Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Todos los datos, muestran que las políticas de austeridad, que
promueven recortes del gasto público (incluyendo el gasto público
social) y la reducción de los salarios –la llamada devaluación
doméstica- han sido un fracaso, y han creado un enorme daño a la mayoría
de las clases populares. La pregunta que debemos hacernos es ¿por qué,
entonces, si la evidencia de su fracaso es tan robusta, continúan
imponiéndose a las poblaciones de los países de la Eurozona? Una
respuesta podría ser que los diseñadores de tales políticas son gente
incompetente. Es cierto que hay gran número de expertos que asesoran a
las autoridades que toman las decisiones conducentes a la aplicación de
aquellas políticas de austeridad que son claramente incompetentes. Las
predicciones de recuperación de las economías de la Eurozona son un
ejemplo de ello. Mark Weisbrot, del Center for Economic and Policy
Research (CEPR), ha documentado el cálculo erróneo de tales predicciones
por parte del FMI, del BCE y de la Comisión Europea, alcanzando, en el
caso de Grecia, predicciones irrisorias, que harían reír si no fuera por
las trágicas consecuencias que conlleva su aplicación (los suicidios en
Grecia crecieron un 40% en un año, según The Lancet).
Ahora bien, el problema es mucho mayor que la incompetencia. Es un
problema de fe en un dogma, el dogma neoliberal, que imbuye tales
instituciones y que se reproduce debido a que sirve intereses muy
específicos, intereses de clase (sí, de clase social), tanto financiera
como empresarial, que han diseñado un sistema de gobernanza de la
Eurozona que lleva inevitablemente a estos resultados, resultados que
coinciden con sus objetivos, que no son otros que cambiar Europa,
convirtiendo la Europa social en la Europa liberal. Y para conseguirlo y
vencer las resistencias populares, han creado una gran recesión,
imponiendo tales políticas (imponiendo porque no hay ningún gobierno que
las aplique que tuviera tales políticas en su programa electoral) con
el argumento de que no hay alternativas. En realidad, tal objetivo
aparece claramente en las declaraciones del Sr. Draghi al Wall Street
Journal (24.02.12), donde afirma que la Europa social está
desapareciendo, refiriéndose a España como un ejemplo de ello. Indica en
su entrevista que en España, con una tasa de desempleo juvenil superior
al 50%, ya no existe protección social universal (el gobierno PP ha
anulado la universalidad del sistema nacional de salud, de manera que
las personas de más de 26 años no tienen garantizada la cobertura
sanitaria a no ser que hayan cotizado a la Seguridad Social). Esto es lo
que intentan, y lo están consiguiendo. Es lo que Noam Chomsky ha
llamado la guerra de clases unidireccional.
Los instrumentos para conseguirlo son dos. Uno es el Pacto de
Estabilidad (al cual se añadió el término “Crecimiento”, a propuesta del
gobierno socialista francés del Sr. Jospin, sin que se le dotara de
instrumentos para facilitar tal crecimiento) que fuerza a los Estados a
tener un déficit público por debajo de un 3% del PIB y que dificulta
enormemente la recuperación económica en momentos de recesión, como está
ocurriendo ahora. De ahí que cuando hay una recesión, el Estado recorta
los gastos públicos, incluido el gasto público social, a fin de reducir
el déficit público originado por la bajada de ingresos al Estado como
consecuencia de la recesión. La recesión es, pues, una manera de forzar
el desmantelamiento de la Europa social (a través de una reducción de la
protección social y de los salarios). En realidad, la entrada de España
al euro (que requería una reducción del déficit del Estado) se
consiguió a base de aumentar el enorme déficit de gasto público social
que España tiene en relación con el resto de países de la UE-15. Este
Pacto de Estabilidad se quiere ahora sustituir por un Pacto fiscal
incluso más restringido, en el que en lugar de un 3% del PIB, el déficit
tendrá que ser prácticamente cero (sí, ha leído bien, cero). Esto es un
ataque frontal a la Europa Social y a la posibilidad de salir de la
recesión.
El otro instrumento que se creó para eliminar la Europa social es el
Banco Central Europeo que, en realidad, no es un banco central. Esta
afirmación sorprenderá a mucha gente, pero los hechos así lo muestran.
Un banco central imprime dinero, y con este dinero ayuda al Estado
comprándole deuda pública, manteniendo los intereses de sus bonos
relativamente bajos. Protege así a los Estados frente a la especulación
de los mercados financieros sobre su deuda pública. En ausencia de tal
protección, los mercados financieros (sobre todo los bancos y las
compañías de seguros) especulan con la deuda pública, creando la
percepción de que los Estados tienen problemas para pagar su deuda,
forzándole así a tener intereses altos en sus bonos. Si hubiera un banco
central en cada país, este banco central imprimiría dinero y compraría
deuda pública del Estado bajando así los intereses de los bonos e
impidiendo la especulación por parte de la banca privada (los llamados
mercados financieros).
Pues bien, el Banco Central Europeo no hace esto. Sí que imprime
dinero, pero se lo da (a un interés bajísimo, de un 1%) a los bancos
privados para que compren bonos públicos (a unos intereses mucho más
elevados, un 6% en el caso de los bonos públicos españoles). Es un
enorme negocio para la banca a costa de los Estados. Y ahí está el
problema. Sin un Banco Central que les proteja, los Estados están
totalmente expuestos a la especulación. No son los mercados financieros
el problema, sino la ausencia de un Banco Central, hecho que está
diseñado de esta manera para debilitar a los Estados a fin de que tengan
que reducir su gasto público y su protección social y facilitar la
disminución de los salarios.
Se dice que el Banco Central Europeo no puede comprar deuda pública.
Ello responde a la lógica que acabo de explicar. Pero hay que saber que
el BCE lo hace en bases excepcionales cuando el Estado está a punto de
quebrar y no puede pagar su deuda pública, como consecuencia de no estar
protegido frente a los mercados financieros. Cuando está a punto de
colapsar, interviene entonces, comprando deuda pública para que baje los
intereses de la misma. Con ello evita que el Estado se colapse y los
bancos pudieran estar colgados con gran cantidad de deuda pública que no
pueden recuperar debido al colapso del Estado. Es como si hubiera una
sanguijuela que chupa la sangre del cuerpo y que, como resultado de
ello, la persona estuviera a punto de morir y le inyectaran sangre para
que pudiera continuar viviendo y así la sanguijuela pudiera continuar
chupándole la sangre.
Ahora bien, cuando el BCE compra deuda pública al Estado, le exige
como condición que desmantele su Estado social, es decir, que recorte la
protección social y baje los salarios. Ésta es la realidad que se
oculta a la ciudadanía en los medios. El problema no son los mercados
financieros, como constantemente acentúa gran parte de las izquierdas,
sino el edificio construido para sostener el euro, que deja a los
Estados totalmente vulnerables, lo cual era el objetivo de la avalancha
neoliberal.
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