Posted on mayo 26, 2012 by Alberto Garzón Espinosa
Han pasado ya casi cinco años desde que estallara la crisis económica
mundial que asola nuestras economías, y algo más de un año desde que el
movimiento 15-M llenara las plazas de las ciudades con sus consignas
políticas. Una reacción civil tardía pero contundente, como es el súbito
despertar de quien ha estado adormecido y aletargado durante años.
Aquel movimiento, espontáneo y profundamente heterogéneo, sigue siendo
el portador de una nueva forma de ver y hacer política. Está embarazado
de un sistema de valores que amenaza con sustituir al sistema hasta
ahora dominante.
Se critica al movimiento 15-M por no querer entrar en el juego
institucional, por no querer constituirse como partido político o como
asociación; se le critica por no tener un portavoz y una jerarquía
orgánica; y se le critica por no tener un programa político concreto
sino una multitud de propuestas que vistas globalmente incluso se
contradicen unas a otras. Siendo todo ello cierto, lo que no tiene
sentido es que sea objeto de crítica. El 15-M no aspira a tener éxito en
ninguno de esos aspectos.
El movimiento 15-M nace como respuesta a una situación estructural y
no ante una contingencia concreta. No se demanda nada concreto, lo que
por otra parte lleva a demandarlo todo. El 15-M manifiesta la
frustración de miles de personas que ven cómo sus condiciones de vida no
se ajustan a lo que ellas mismas esperan de una democracia moderna. Por
eso ponen en entredicho al conjunto de instituciones dominantes, desde
la banca hasta los partidos políticos. Pero, y sobre todo, lo que se
esconde tras las pancartas y lemas es una profunda crítica al sistema de
valores dominante hasta ahora.
Nuestro sistema político está pudriéndose a ritmos acelerados. Es
terrible ver a un presidente del Consejo General del Poder Judicial
denunciado por utilizar dinero público para financiarse unas vacaciones
de lujo en nuestra tierra. Es indignante que en este caso sea denunciado
el denunciante, como juzgado y sancionado fue también el juez que quiso
desvelar las tramas de corrupción en Valencia. Es indecente que la Casa
Real utilice el dinero de nuestros impuestos para financiar una caza de
elefantes en un país donde la esperanza de vida supera ligeramente los
cincuenta años. Es igualmente espantoso que esa misma casa real encubra
casos de malversación que afectan a la realísima familia. Es inmoral que
los exministros pasen a formar parte de las grandes empresas,
recibiendo remuneraciones millonarias, a las que de una u otra forma han
beneficiado a lo largo de las últimas décadas. Y es desesperanzador ver
cómo quienes estuvieron al frente de las entidades financieras que nos
han traído paro y recortes se jubilan con indemnizaciones
multimillonarias o acaban dirigiendo nuestras instituciones. Pero lo más
triste es que todo ello sucede con impunidad, sin que el sistema tenga
justas respuestas.
Con este panorama, ¿a quién le extraña que haya nacido el 15-M? Por
toda nuestra sociedad el sistema ideológico dominante y el conjunto de
valores asociado (el egoísmo, la corrupción, la insolidaridad, el
individualismo…) se deshace, y entre sus brechas surge el espacio para
una nueva forma de política. La solidaridad de los indignados se
manifiesta cada vez que se detiene un desahucio y con cada familia que
mantiene su hogar, en cada entidad financiera que simbólicamente se
toma, en cada conciencia que se despierta. La justicia social se abre
paso en los lemas que denuncian que esta no es nuestra crisis sino la de
ellos, los que de esto y aquello se benefician. La conciencia colectiva
se manifiesta en las nuevas formas de coordinarse por las redes
sociales, en la repolitización de los más mayores y en la politización
de los más jóvenes.
El despertar ha sido lento, pero el colapso de las bases económicas
dispara la velocidad de transformación. Lo viejo desaparece, juzgado y
acusado de negligente, anticuado e ineficaz. Y hay elementos que
permiten visualizarlo muy bien. En nuestra vecina Grecia y en sólo
cuatro años el bipartidismo ha pasado de recibir un 77% de los votos a
sólo un 33%. A su vez la coalición de partidos de izquierda, Syriza, ha
pasado del 5% a un 17% y es actualmente la formación favorita para ganar
las elecciones del mes que viene. No hay nada inmutable y están por
venir transformaciones mucho más profundas de las que algunos, ellos,
quisieran aceptar.
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