Para el científico e investigador argentino Marcelino Cereijido (1933), la mala calidad humana es un problema genético, según explica en su ensayo “Hacia una teoría general sobre los hijos de puta” (Tusquets 2011).
No se trata de un estudio sobre el popular vocativo, sino de un serio
trabajo de divulgación que se sumerge en una duda sobre la que todos
tienen certezas, pero nadie una explicación.
Cereijido se pregunta: ¿por qué existe gente infame?, ¿por qué la investigación no se ha abocado a descubrir una cura contra la hijoputez?
Así, desarrolla un ensayo que lo ha llevado de gira por la región y
desde México nos contesta cómo pasó de un juicio de valor a una
investigación de laboratorio sobre este impronunciable mal.
“Fue sencillo. Si usted abre el diario de cualquier día en cualquier
página, se dará cuenta de que la mayor parte de las desgracias en el
mundo son causadas por la hijoputez humana”, dice este doctor en
fisiología celular y molecular que ha repartido su trabajo en
universidades como Harvard y Munich, y como asesor de la OEA y la Unesco.
Desde una perspectiva genética, el científico aclara que “es cosa
fácil convertirse en un hijo de puta, pero lo difícil es encontrar una
cura a ese mal que sería la causa de flagelos históricos de la humanidad
o más recientes como Guantánamo, guerras y exterminios varios”.
“Los científicos del campo de la biología hemos notado que cuando una
característica es universal porque ésta tiene raíces biológicas. Por
otro lado, si se fija usted, nosotros los seres humanos hablamos en
idiomas distintos, pero eso es un rasgo cultural, no es biológico. Sin
embargo, como especie todos dormimos, lloramos o podemos llegar a ser
hijos de puta, lo cual configura estas características como biológicas”,
dice Cereijido.
Explica que él, como hombre de ciencia, no realiza a priori una
calificación de este concepto de grueso calibre. Simplemente la usanza
le ha demostrado que el peor insulto (en cualquier idioma) que alguien
puede recibir es éste relacionado con la madre.
“Por mi profesión me encuentro con colegas de todas partes del mundo y
como hobby he recolectado entre ellos todo tipo de insultos. Les
he preguntado por la palabra soez más neurálgica, más hiriente de todas
e indefectiblemente el lugar común es “hijo de puta”,
recuerda. “Me llama la atención que a nadie le griten ‘¡Berenjena!' o
que para todo el mundo, ser hijo de una prostituta es sinónimo de ser
gente perversa”, reflexiona.
Los ingredientes del hijo de puta
“La humanidad está llena de hijos de puta y el sufrimiento
inflingido a ella por estos es muchísimo más grave que los desconsuelos
ocasionados por el cáncer, la lepra y el alzheimer juntos”, escribe el autor.
A continuación, se pregunta por qué nadie hace nada al respecto en la
comunidad científica si se dedican tantos millones a erradicar la
sarna, la sífilis y la tuberculosis. Este ensayo es un paso, al menos
escrito en un lenguaje cercano y entendible.
“Mire usted, ahí tiene a Alemania que ha producido gente como Beethoven, artistas y genios y sabios como Einstein.
De repente ese pueblo se pone a meter gente a las cámaras de gas y
aunque uno dice que depende de las circunstancias, uno rastrea qué tan
poderosas son estas circunstancias para que una persona que hasta ayer
era un vendedor de pescado, se convierte en alguien reclutable por la
policía o las Fuerzas Armadas y se pone a trabajar para Augusto Pinochet”, explica el profesor.
Agrega otras preguntas que desde el sentido común, tampoco tienen
respuesta. “¿Qué hace que una persona torture a una mujer por consignas
políticas y haga cosas terribles como eliminarlos? ¡Caramba!, nos
preguntamos qué tiene la difteria o el Bacilo de Koch que puede pudrirle
los pulmones a alguien, que puede provocarle tuberculosis. Estudiemos
eso, investiguemos cómo se activa esa tendencia que transforma a la
gente en hijos de puta”, invita, pues es la neurobiología la que
encuentra núcleos y sinapsis, mediadores químicos que explicarían esta
extraña conducta.
- ¿Pero hasta ahora usted ya ha identificado algunas causas de la hijoputez y ha propuesto un tratamiento?
-Como en el mismo caso de la tuberculosis, esperamos que en un futuro
venga la parte terapéutica. Si Fulano ya tiene tuberculosis, la idea es
que haya algo para recuperarlo. En tal caso existen antibióticos, pero
actualmente no conozco remedios para curar la hijoputez, salvo
intervenir con anterioridad con una mejor educación y una religión menos
perversa. Nosotros le enseñamos a nuestros hijos que adoren a un ser
sublime, pero que se enojó cuando se comieron una manzana, la única
forma de que se le pase la rabia es pasarle a mi hijo para que se lo
sacrifiquen.
-¿Cómo ha recibido la comunidad científica sus ensayos?
-Antes de convertirlo en libro, di muchas conferencias sobre el tema y
muchas veces la audiencia se dividió mitad a favor y otra mitad contra
mi mamá. A veces no estaba tan dividida la cosa y eso es bueno porque
uno aprende mucho del debate y de la investigación. De rastrear por
ejemplo por qué este tipo amantísimo con su familia de pronto ahorcó a
su mujer. Ahí hay algo de la química de su cerebro y la ciencia siempre
se debe preguntar a qué se debe esto y después pasar a hacer algo al
respecto.
-¿Qué cree usted que le falta a la divulgación científica para acceder al gran público?
-La divulgación que tenemos en el Tercer Mundo es pobre y copiona. No
divulga porque hay tantos hijos de puta, qué es la evolución o la
religión, porque hay temas que se autocensuran y eso ya es sospechoso.
Es como si te enteraras de que los microbiólogos que divulgan
información relevante sobre la sífilis no dan a conocer lo que saben
sobre otra enfermedad. Te preguntarías qué hay ahí, sería llamativo.
Creo que nuestra divulgación es pobre y autolimitada porque no discute
cosas que nos ayudarían a tener un mundo menos imperfecto. lanacion.cl
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