Después del optimismo generado por el sorprendente desenlace de la cumbre del 28 de junio,
la primera semana de Julio ha dado cuatro noticias importantes que han
vuelto a poner nerviosos a los inversores de todo el mundo.
La primera es que, después de anunciar el recorte de
los tipos de interés en la zona Euro, el gobernador del Banco Central
Europeo (BCE), Mario Draghi echó un cubo de agua fría a todos los
prestamistas (sobre todo a los de Italia y España) al dejar muy claro
que el BCE no va a comprar deuda soberana de los países europeos con problemas
(es decir, Italia y España). Uno de los acuerdos de la cumbre del día
28 de junio fue que los fondos de rescate comprarían deuda soberana para
aliviar los intereses que España e Italia tenían que pagar para
endeudarse pero una vez los inversores hicieron sus cálculos vieron que
los fondos no tenían suficiente dinero para eso y, además, cumplir las
promesas de rescate de Grecia, Portugal, Irlanda y los bancos europeos. Y
si los fondos de rescate no tenían dinero, se preguntaban los
inversores, ¿cómo se va a poder cumplir el acuerdo del 28 de junio?
Respuesta: el BCE va a poner el dinero. Pues bien, en la rueda de prensa
del día 6 de julio, Draghi dijo que no. La promesa de lo que tenía que
ser la panacea para eliminar definitivamente la prima de riesgo y que se
presentó como gran triunfo de Monti y Rajoy sobre Merkel, pues, parece
que se va a quedar en eso, una promesa. Ya dijimos que Rajoy y Monti
habían ganado una mano pero que la partida de póker continuaba. Pues
eso.
La segunda noticia es que las noticias de "fatiga de rescate" en los países del norte de Europa se multiplican. Finlandia y Holanda parecen descolgarse de los acuerdos del día 28.
Finlandia incluso ha declarado que prefiere salir el euro que pagar las
facturas de los derrochadores del sur. A eso se ha sumado la
publicación en el Frangkfyrter Allgemeine Zeitung de una carta abierta
escrita por 160 economistas alemanes
enfadados con la Canciller Merkel por haber firmado los acuerdos de la
cumbre del 28 de junio. Hace tiempo que hablamos de la “lucha de
fatigas”: los socios del sur están totalmente fatigados de austeridad y
recortes y los socios del nortes están fatigados de rescates y
despilfarro del dinero de sus contribuyentes. Además, se sienten ofendidos
por la manera cómo se vendieron los acuerdos de rescate y ayuda del día
28 de junio, que todo el mundo interpretó como una victoria de España e
Italia sobre Alemania. La lucha de las fatigas puede acabar rompiendo
el euro por arriba: los países del norte, cansados de pagar, pueden abandonar el euro para formar una nueva moneda, dejando a los socios del sur con un euro que será cada vez menos atractivo. La partida de póker europea continua.
La tercera noticia viene de Norteamérica. Por tercer mes consecutivo los Estados Unidos han anunciado una creación de empleo decepcionante:
se han creado 80.000 puestos de trabajo. En los tres últimos meses se
han creado menos empleos que en el mes de enero y eso es una señal clara
de desaceleración. El presidente Obama diseñó una política fiscal
expansiva que tenía que dar sus frutos justo antes de las elecciones de
Noviembre. Parece que el truco del almendruco puede acabar no
funcionando y la crisis puede volver justo a tiempo para que él pierda
las elecciones. El temor a la recaída está poniendo nerviosos no sólo a
los votantes sino también a los inversores de todo el mundo.
Y finalmente, la cuarta noticia negativa viene de China.
Las autoridades de ese país parecen haber abandonado definitivamente la
política monetaria restrictiva que habían llevado a cabo para evitar
que la burbuja inmobiliaria siguiera su curso y han anunciado una reducción de sus tipos de interés.
A pesar de que en principio eso debería ser una buena noticia, el
hermetismo con el que las autoridades chinas tratan todos los datos de
su contabilidad nacional hace que esa reducción sea interpretada como
una indicación de que esa mismas autoridades están viendo muchos
problemas en la economía China. Si no, no correrían el riesgo de reducir
sus tipos en unos momentos en que tienen una burbuja inmobiliaria que
han intentado controlar en los últimos meses. Las malas noticias, pues,
también vienen del país más poblado del planeta.(*)
Después del optimismo exagerado que
generó el acuerdo de la cumbre europea de la semana pasada, esta semana
los inversores se han encontrado una dosis de realismo: la partida de
póker europea continúa, la recuperación económica de Estados Unidos se
para y China empieza a tener problemas. Poniendo las tres piezas del
puzzle juntas, no podemos descartar una nueva crisis mundial. Deberemos
seguir atentos.
(*) Para entender qué ha pasado en
China, retrocedamos tres años: cuando empezó la crisis financiera en
Estados Unidos, las autoridades chinas pensaron que se avecinaba una
crisis mundial. Ahí, claramente, la clavaron. Dado que su crecimiento se
basaba en la exportación, pensaron que una crisis generalizada
perjudicaría su economía y, por lo tanto, pondría en peligro su modelo
de crecimiento. En consecuencia, decidieron substituir la demanda
exterior por un plan de expansión fiscal y puso en marcha lo que
seguramente ha sido el mayor aumento del gasto público de la historia
del planeta tierra. Se invirtió en infraestructuras en las zonas más
pobres del país, se hicieron trenes de alta velocidad, carreteras que no
iban a ninguna parte, puertos y aeropuertos, todo financiado por los
bancos públicos propiedad del gobierno central. La inversión llego a ser
del 49% del PIB (para que se hagan ustedes una idea, en un país normal,
la inversión suele rondar el 20%).
Pues bien, los efectos de todo ese
gasto masivo están llegando a su fin, lo que está llevando al paro a
todo un tsunami de trabajadores de la construcción, un tsunami que está
causando un malestar social cada día más amplio y cada vez más visible y
menos disimulable. Al mismo tiempo, los créditos concedidos por bancos
públicos para financiar todas esas infraestructuras les están ahogando y
el país entero corre el riesgo de tener un sistema bancario lleno de
zombies. El problema es que, como casi siempre, las inversiones públicas
se realizan con criterios políticos y no económicos o de rentabilidad
por lo, lamentablemente, una vez desaparecida la demanda que había
generado su construcción, no generaba ni empleos no riqueza. A la gente
que vive cerca de los aeropuertos de Ciudad Real, Lleida o Castellón,
esta situación les resultará familiar. De hecho, también les resultará
familiar el hecho de que los bancos que fueron obligados por las
autoridades a financiar esas ruinosas infraestructuras tengan ahora
problemas por mantenerse a flote.Vean, si no, la ruina en la que han
quedado la Caja de Castilla la Mancha, la de ahorros del Mediterraneo
-la CAM-, Caixa Catalunya o Caixa Galicia por poner unos ejemplos.
A todo esto hay que sumar la burbuja
inmobiliaria. Desde que China abrió su economía al mundo en 1978,
cientos de millones de ciudadanos emigraron del campo a la ciudad,
creando una gran demanda de viviendas. Los aumentos de demanda eran tan
constantes y tan grandes que la oferta no podía mantener el ritmo por lo
que los precios se empezaron a disparar. Los aumentos de precios
conllevaron la demanda especulativa (es decir, la gente que piensa que
los pisos son una buena inversión “porque el ladrillo nunca baja, ¿les
suena?). La especulación masiva no hizo más que contribuir al espiral de
subidas de precios, construcción y promoción inmobiliaria masiva y
créditos hipotecarios. De hecho, los bancos concedían créditos a tipos
de interés inferiores a la inflación por lo que los tipos de interés
reales eran negativos, cosa que no hacía más que incentivar la demanda
masiva de crédito. El sector de la construcción llegó a representar el
20% del PIB (en comparación, la proporción de la construcción en España
en el momento álgido de la burbuja llegó al 15%!).
Las autoridades
chinas vieron lo que una burbuja inmobiliaria había hecho en Japón en
1990, o lo que está causando en Estados Unidos, Irlanda o España en la
actualidad, por lo que hace un año decidieron aumentar los tipos de
interés y llevar una política monetaria restrictiva de recortes del
crédito financiero en un intento de desinflar la burbuja sin que
explotara de manera violenta como había pasado en Japón, EEUU, Irlanda o
España. Las consecuencias inmediatas es que el crédito se redujo, las
compras de viviendas cayeron en picado, los precios inmobiliarios han
bajado entre un 40% y un 60%, hay millones de viviendas vacías y los
bancos se sientan sobre una enorme montaña de hipotecas morosas y
créditos a empresas constructoras que no tienen ventas ni ingresos. A
los españoles que lean esta nota, todo esto les resultará muy familiar:
todo indica que la política de desinflar la burbuja suavemente no ha
funcionado y que, en realidad, ha explotado. Igual que pasó en España.
La explosión de la burbuja no va a
ser compensada con un aumento de las exportaciones ya que el que el
resto del mundo se debate entre la recaía y la gran recesión. Un nuevo
estímulo fiscal masivo como el llevado a cabo en 2008 parece improbable
dadas las nefastas consecuencias que el anterior experimento dejó en las
cuentas públicas. Finalmente, es altamente improbable que el consumo
privado aumente mucho dado que la pirámide poblacional china está
invertida (la política de hijo único hace que la relación entre ancianos
y jóvenes sea cada vez peor) con lo que la introducción de un sistema
de pensiones público similar al occidental parece improbable con lo que
los chinos deben ahorrar todo lo que puedan hoy para mantenerse a sí
mismos durante el retiro. La ausencia de un sistema sanitario público
también hace que las familias estén obligadas a ahorrar para el día que
tengan que hacer frente a una enfermedad o accidente. El consumo
privado, pues, ni está ni se le espera.
Todo esto nos lleva a una conclusión.
Si la reacción a la explosión de la burbuja no pueden ser ni las
exportaciones, ni la política fiscal expansiva, ni el consumo privado,
solamente queda una opción: ¡la política monetaria expansiva! De ahí el
espectacular cambio de dirección que el banco central de China hizo la
semana pasada. Un cambio que, lejos de ser una buena noticia porque
garantiza el crecimiento de China durante los años venideros, más bien
es una señal de que las autoridades chinas ven que no tienen
alternativa. Y eso es lo que quería decir con mi twit la semana pasada
en 140 caracteres.
Es posible que la expansión monetaria
funcione y, una vez más, China pase de puntillas por la recesión
mundial que se crearía si el euro colapsa en las próximas semanas. Pero
también puede ser que la expansión monetaria fracase y que, más que
expandir la producción, dispare una inflación que ya se encuentra
desbocada a cerca del 10%. Si eso es así, el aterrizaje forzoso de la
economía más poblada del mundo va a tener consecuencias devastadoras en
todo el mundo, sobre todo el mundo emergente de Asia, África y América
Latina, cuyo éxito reciente ha dependido mucho del crecimiento del
gigante chino.
Además de la incertidumbre fiscal
norteamericana y el abismo financiero que amenaza la zona euro, parece
que a partir de ahora tendremos que estar atentos al fuego que se ha
encendido en China. XSiM
Fuente: salaimartin.com MTAOE
No hay comentarios:
Publicar un comentario