Les adelanto lo que va a pasar en las próximas horas, para que se les
vaya haciendo el cuerpo: este jueves viviremos otro día negro, la prima
se acercará a los 700 puntos, el bono a diez años superará el 8% y la
Bolsa sufrirá el mayor desplome de su historia. Rajoy y su Gobierno
estarán desaparecidos todo el día, el BCE repetirá que no está para
arreglar los problemas de los países, desde todos los frentes se
sucederán los mensajes animando a España a que pida un rescate cuanto
antes, y el Eurogrupo convocará una reunión de urgencia para el día
siguiente.
El viernes no amanecerá mejor: aunque a primera hora se relajará algo
la prima y subirá tímidamente la Bolsa, a lo largo de la jornada todos
los indicadores empeorarán, mientras el Consejo de Ministros improvisa
una agresiva reforma del sistema de pensiones, un endurecimiento de la
reforma laboral, y el despido de miles de trabajadores públicos. El
Eurogrupo pasará la noche del viernes reunido (ya saben lo que les gusta
trasnochar), rodeado de todo tipo de rumores catastrofistas.
El sábado por la mañana todos darán por hecho que el Gobierno español
pedirá ese mismo día el rescate total del país, aunque los portavoces
del PP y algún ministro lo negarán con rotundidad hasta que a primera
hora de la tarde, desde el Ministerio de Economía, Luis de Guindos
anuncie la solicitud de rescate, que por supuesto no se llamará rescate.
Con un poco de suerte, el domingo por la mañana Rajoy hará una
declaración a la prensa antes de marcharse a los Juegos de Londres para
presenciar el España-Honduras de fútbol, mientras la prensa amiga repite
que es un rescate dulce, y que ya les gustaría a los griegos.
Vale, me lo he inventado todo, pero ¿a que suena verosímil? ¿A que no
encuentran imposible un escenario así, con un rescate total del país en
esta misma semana? Aunque a fecha de hoy no parece probable que España
vaya a pedir el rescate de aquí al sábado, nadie se apostaría una cena a
que no vaya a ocurrir. Seguramente ninguno de ustedes se jugaría no ya
una cena, ni un café, a que no vaya a haber rescate de aquí a
septiembre, a que vaya a sobrevivir el euro, a que Rajoy aguante este
año, y no digamos ya apostar a que no vaya a haber nuevas subidas del
IVA, nuevas bajadas de sueldo a los funcionarios, nuevas reformas
regresivas o nuevos hachazos a los pilares del Estado de Bienestar, que
son ya escenarios que se dan por descontados, y de los que sólo cabe
especular si serán dentro de un mes o de un año. En cuanto a la cifra de
paro, la apuesta habría que situarla no ya en los seis millones, sino
en los siete millones, y aun así nadie se jugaría mucho en un envite
así.
Todo es posible, repetimos estos días. Todo-es-posible. Con lo que
hemos visto en los últimos meses, con lo que llevamos vivido desde mayo
de 2010, cualquier escenario, por insólito que parezca, se ha vuelto de
repente verosímil. Si al final se cumple, nos cabreará, nos impresionará
o nos asustará, pero no nos sorprenderá demasiado. Si alguien profetiza
que dentro de unos meses desaparecerá el Estado autonómico, no le
llamaremos loco. Tampoco nos parecería un disparate pensar en la
sustitución de Rajoy por un tecnócrata (incluso circulan nombres ya), ni
un retorno a la peseta que hace poco parecía impensable, o la
desaparición de derechos que siempre hemos creído intocables, lo mismo
la sanidad que la educación universales y gratuitas. Voy más allá: en
esta Europa donde todo es posible, no hay escenario descartable a años
vista, por descabellado que parezca: lo mismo la disolución de la Unión
que la llegada a algún Gobierno de un partido fascista; lo mismo un
restablecimiento de fronteras que una suspensión de la democracia en un
país con problemas. Hasta hay quien dice ver guerras en el horizonte,
aplicando la enseñanza de anteriores crisis del capitalismo que ya
sabemos dónde acabaron. A estas alturas nos podemos creer cualquier
cosa, nuestra capacidad para el asombro es cada vez menor, las certezas
de ayer se diluyen y lo que antes era totalmente imposible hoy como
mucho es improbable, que no es lo mismo.
Todo es posible, repetimos. Todo-es-posible, todo-es-posible,
todo-es-posible. ¿Todo? ¿Pero todo, todo? Hagamos la prueba con otro
tipo de escenario: si les vaticino que el Gobierno endurecerá la
fiscalidad a las rentas más altas y las grandes empresas, creará una
poderosa banca pública, dará un uso social a la bolsa de vivienda vacía,
combatirá con dureza el fraude fiscal, consultará a los ciudadanos qué
medidas tomar para salir de la crisis, y conseguirá un mejor trato
europeo bajo amenaza de abandonar el euro, ¿se lo creen? No, no se lo
creen, no lo ven posible. Ni todas juntas, ni por separado. Les parece
más verosímil pedir el rescate este sábado que adoptar cualquiera de
esas medidas. Se ve que en el terreno de las políticas alternativas no
funciona el “todo es posible”.
Otro intento: tras un agosto terrible, en septiembre el Gobierno cae y
convoca elecciones. Ante el hundimiento de los dos grandes partidos
sistémicos, los ciudadanos conseguimos presentar una gran coalición de
partidos minoritarios, movimientos sociales y 15-M, ganamos las
elecciones y aplicamos un programa radical contra la crisis, primer paso
para convocar un nuevo proceso constituyente. ¿Lo ven verosímil? No, yo
tampoco. Otro terreno donde no aplicamos el “todo es posible”.
Probemos de nuevo: les apuesto una cena a que en los próximos meses
los gobiernos europeos se pondrán de acuerdo y tomarán las riendas de la
crisis; refundarán la Unión con una orientación más social, serán
solidarios con sus miembros en apuros, mutualizarán la deuda soberana,
aprobarán un marco regulador estricto contra los excesos del sector
financiero y los especuladores, y blindarán los derechos sociales y el
Estado del Bienestar. Ya veo, todos me aceptan la apuesta, ya se ven
cenando a mi costa. Una vez más, no todo es posible en Europa. Vemos
verosímil su derrumbe, pero no su transformación a mejor.
Último intento: ¿se imaginan que los ciudadanos conseguimos unirnos
en toda Europa, y extendemos una revolución por la que el capitalismo
financiero, sin ayuda de los estados y falto de la impunidad de que ha
disfrutado hasta ahora, acaba por hundirse dando paso a un nuevo modelo
económico, más justo, más humano, menos criminal que este? Ya veo, se
ríen de mí, me llaman iluso.
Conclusión obvia: el “todo es posible” sólo funciona dentro de unos
estrictos límites marcados por los mismos que nos han hundido. Dentro
del capitalismo, todo es posible hoy, incluso la mayor debacle. Fuera
del sistema, nada es posible, ni pensarlo. Podemos imaginar el derrumbe
económico, el paro masivo, la miseria, el fin de la democracia, y
escenarios aún peores: la crisis energética y ecológica, la guerra; pero
no nos cabe en la cabeza que “otro mundo es posible” (aquella consigna
precrisis que hoy apenas se oye).
La destrucción es concebible, en todas sus variantes; la construcción
de una alternativa, en cambio, es pura fantasía. De modo que todo es
posible, pero sin pasarse. O más bien: ese “todo es posible” es otra
muestra más del fatalismo con que nos intoxican a base de miedo y
conmoción, por el que nos preparan para todo tipo de daños pero nos
incapacitan para desear algo diferente. Nos aterroriza lo que hay, sí,
pero han conseguido que nos asuste más intentar sustituirlo.
Y así seguirá siendo, continuaremos aceptando que determinados
escenarios son no ya verosímiles sino incluso probables, mientras otros
son totalmente impensables; y así seguirá mientras no nos convenzamos de
que la convulsión de este fin de época no sólo debería servir para
destruirlo todo, sino también para construir sobre nuevas bases;
mientras no trabajemos para que el “todo es posible” que abre la crisis
se convierta en una posibilidad de transformación que tal vez hoy está
más a nuestro alcance de lo que lo ha estado en décadas. Aunque no nos
lo creamos, aunque nos asuste, todo es posible. Todo. Tenso goma mielitis dolosora.
Por Isaac Rosa. eldiario.es
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