Si
tuviéramos que explicarle a un extraterrestre qué está pasando en
Europa sería una tarea muy difícil, porque no es un relato apto para
mentes perspicaces. Si suponemos que hay “vida inteligente” en otros
planetas, sería misión imposible explicarles cómo después de 5 años de
crisis, después de decenas de reuniones europeas, reuniones bilaterales,
encuentros de Ministros de economía y Ministros de exteriores de la
zona euro, G8, G20, y la madre del cordero, todavía Europa anda hecha
unos zorros. Esto no lo entiende ni Dios.
Si
a este relato de la calamidad y la incompetencia de los políticos
europeos para encontrar una salida razonable a la crisis, añadimos que
tenemos decenas de miles de funcionarios europeos ‘bienpagaos’,
centenares de políticos viviendo a cuerpo de rey, y cobrando cifras
astronómicas por manejar la política europea, dos parlamentos para que
ningún eurodiputado se quede sin su puesto de trabajo, —ya hay bastante
paro en la clase trabajadora—, esto es, castellanamente hablando: para
mear y no echar gota.
Las
medidas de austeridad que se han impuestos a países como Grecia,
Portugal, Irlanda y España no acaban de dar resultado alguno; el caso
más sangrante es el de Grecia, que ya está técnicamente en el “tercer
mundo”, si tenemos en cuenta las condiciones en la que ya viven miles de
ciudadanos griegos: en la indigencia total, sin la menor posibilidad de
encontrar empleo y con una lista pendiente de medidas todavía más duras
por aplicar. Geográficamente Grecia sigue en Europa, pero es ya una
sociedad tercemundista clásica.
Y
bien, resulta que Grecia celebra sus segundas elecciones en medio de un
estado de ingobernabilidad inusitado, que supuestamente estaba poniendo
en peligro a toda Europa, al euro, a España y hasta a EE. UU. Ya era
difícil pensar cómo una economía que representa apenas el 3% en el
conjunto de la zona euro, podía desmontar a Europa en un cuarto de hora
si ganaba la izquierda, que propugnaba rechazar las medidas de
austeridad impuestas por Alemania y el BCE, pero todos los políticos
europeos estaban en vilo. Pues bien, ganó el partido Nueva Democracia,
que está dispuesto a seguir en la línea de la austeridad suicida
impuesta por Europa y cunde la alegría en la zona euro. Vale la pena
recordar que Nueva Democracia era el partido que gobernaba y que
falsificó las cuentas que provocaron la ‘tragedia griega’. Tendrá que
buscar aliados, porque sólo no puede gobernar. La ultraderecha fascista
más retrógrada que se pueda imaginar obtuvo 18 escaños y se consolida
como la tercera fuerza política en Grecia.
Ante
este panorama aterrador y desconcertante que arrojan las elecciones
griegas, incomprensible y paradójicamente, todo el mundo está feliz.
Rajoy se contuvo para no dar un salto de alegría por este magnífico
resultado para Europa y en medio de ese júbilo, —todavía sin saber si
van a conseguir pacto para un gobierno de coalición en Grecia—, los
mercados siguen revueltos, tal y como le gusta a los especuladores, que
lo mismo les da que gane la izquierda o la derecha mientras se forren
especulando contra la deuda soberana de los países europeos más débiles.
Los mercados no tienen ideología, sencillamente pescan en río revuelto y
les da igual si el río viene por la derecha o por la izquierda.
De
momento, a España le va fatal, a pesar de la “línea de crédito sin
condiciones” que supuestamente le dieron a Rajoy, para reflotar a los
descalabrados bancos, con Bankia a la cabeza, y a pesar del magnífico
resultado de las elecciones griegas la prima de riesgo de España escala
posiciones y amenaza con tocar los 600 puntos, y mientras, el interés
del bono a 10 años supera 7,11%, o sea, en esos niveles de interés es
económicamente inviable la financiación de España.
Menos
mal que ayer en Francia el Partido Socialista de François Hollande
obtuvo la mayoría absoluta que necesitaba para poner en marcha un
programa económico diferente, que no se base en la austeridad
esquizofrénica que Merkel quiere imponer a toda costa; puede ser el
primer paso hacia la cordura. Francia no decepciona, de momento.
Francia,
con François Hollande, es lo único positivo y razonable que podemos
ver en el horizonte de lo que bien puede llamarse “política europea del
absurdo”.
Por Aída Bueno Sarduy pisotrece.com.ar
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